25 de maig del 2011

Machiroku


Hace un par de semanas mi pareja y yo invitamos a una amiga de fuera de la ciudad a uno de los mejores Restaurantes Japoneses de Barcelona: Machiroku.

Escondido en el Barrio Gótico, el Machiroku es un lugar frecuentado por gente que sabe apreciar la diferencia entre la buena cocina japonesa y la cocina pretendo-ser-japonesa-pero-sin-cuidar-demasiado-las-formas.

-Decoración 8*: una decoración simple, sin demasiadas filigranas, sin imágenes pretendidamente asiáticas rodeando tu cabeza en tonos brillantes y deslumbrantes.

-Iluminación 10*: buena iluminación, permite ver con claridad qué te estás llevando a la boca.

-Opciones de carta 8*: la carta no es muy extensa, no hay muchas opciones donde escoger, pero tienen lo básico para hacer una muy buena comida japonesa: sopa de miso, maki, sushi, sashimi, yakisoba…

-Calidad 10*: todo lo que pedimos estaba más que buenísimo. La calidad de la comida se notaba en cada bocado. Los ingredientes frescos, el pescado delicioso y las verduras tiernas.

-Raciones 6*: para mi gusto las raciones eran un poco pequeñas. Nos quedamos los tres con un poco de hambre, al salir, y eso que habíamos pedido 5 o 6 platos…

-Atención al cliente 10*: siento continuar con el tópico pero… la atención al cliente es extremadamente japonesa. Cuidada y agradable, solícitos pero sin ser agobiantes, rápidos, muy rápidos y muy eficientes.

-Precio 8*: cuando nos trajeron la cuenta, la verdad es que me pareció un tanto caro. Es cierto que la calidad y el servicio bien merecían ser pagados. Pero mi bolsillo sufrió un poco y más, teniendo en cuenta las raciones que habíamos comido.

-Platos especialmente recomendados: sopa de miso, ensalada de pescado, maki y sushi.

En definitiva, un sitio para:
  • Darte el placer de comer buena comida japonesa
  • Ir de vez en cuando, o tener mucho dinero y poder ir cada día
  • Una primera cita

Divinus Rosselló


Hace unos días fui a pasear por Paseo de Gracia con mi pareja. Me encanta dedicar los fines de semana a vivir la ciudad. A la hora de comer, me acordé de un restaurante en el que había estado un par de veces y que recordaba como muy adecuado para la ocasión, cumplía las 3B.

Así que nos dirigimos al Divinus, situado en la Calle Rosselló, dispuestos a disfrutar de una buena “cocina de mercado” a un precio asequible y en un entorno tranquilo.
Pero… el paso del tiempo hace que las cosas cambien…

-Decoración 8*: no ostentosa, pero con carisma. Techo alto y con los conductos de ventilación a la vista. Una forma de decir “tenemos clase, pero no somos exclusivos”.

-Iluminación 8*: nos pusieron cerca de la entrada, toda acristalada, por lo que entraba la luz natural y, prácticamente, no eran necesarias las lámparas (que, por cierto, son curiosas, están cubiertas con una tela que provoca un efecto de luz tenue muy agradable).

-Opciones de carta 5*: la carta es más bien justita, muy repetitiva y poco sorprendente. Mucha pasta y pizza, poca variedad. Los platos más elaborados tienen unos precios muy alejados de los demás, por lo que ya, de por sí, resultan poco atractivos.

-Calidad 4*: los productos de los platos que escogimos fueron realmente decepcionantes. La pizza estaba hecha con productos pre-cocinados (tipo champiñones enlatados), el carpaccio no llevaba rúcula ni parmesano…

-Atención al cliente 3*: a pesar de que el jefe de camareros nos atendió enseguida y nos sentó en una mesa bien iluminada y de que el camarero que nos atendió fue rápido y correcto en el servicio, cuando fuimos a pagar, tardaron demasiado en traer la cuenta. Pedimos, además, la hoja de sugerencias (que todas las empresas deberían tener) y después de tenernos esperando más de un cuarto de hora, vino el jefe de camareros y nos dijo que se le habían acabado. Pero que podíamos comentarle a él las sugerencias y las haría llegar a sus superiores.

-Precio 4*: el precio que pagamos por los platos (dos pizzas, un entrante a compartir y una botella de agua) fue excesivo en comparación a la calidad, más de 15€ por persona.


En definitiva un sitio para:
  • No recomendar
  • No llevar a nadie de compromiso